domingo, 2 de febrero de 2014

Contagiate tú también.


Hoy discutí con él, fue suficiente para confirmar que no le importó ni le importé. Salí de aquel restaurante al cuál habíamos ido y caminé sin rumbo. Mis lágrimas caían conforme recordaba el tiempo que había perdido en darme cuenta que él no me quería, las esperanzas en mi y en la humanidad se habían perdido. Caminé por más de 30 minutos hasta que llegué a un paradero, mis pies no daban más; así que esperé cualquier bus y me subí.  La gente me miraba con pena, con lástima. Nadie tenía el valor de acercarse y preguntarme que me había pasado. Me arte de tantas miradas clavadas en mi, así que me baje y seguí caminando. Después de tanto caminar, sentí que la suela de mi zapato se había despegado. Definitivamente ese no era mi día. Me tiré al piso y me puse a llorar como nunca, ya no aguantaba más (tal vez estaba siendo muy exagerada pero así soy yo). 

Finalmente decidí regresar a mi casa. Me subí a un bus y me senté en el asiento de atrás. Puse mi cabeza sobre la ventana y me quedé mirando como las calles pasaban y pasaban, mientras seguía llorando. Una niña subió a vender chocolates, nadie le compró. Yo la vi de reojo pero ni atención le presté y volví a mirar por la ventana. Ella se me acercó y sin dejarla hablar le dije: "No tengo plata". Ella me sonrió, me dio un pañuelo, un chocolate y  me dijo: "Tranquila, ya no llores. Dios te ama y yo también" y sin decir nada más, se fue.    

Antes de que bajara alcancé a decirle un simple gracias, intenté sonreír pero no pude, estaba asombrada, seguía llorando, pero mis lágrimas tenían un sabor diferente, no podía creer que entre tanta gente, una persona se acercara para darme algo, ¿Cómo es posible que alguien que no te conoce, que jamás te ha visto en la vida, de pronto decide hacer algo por ti? ¿Cómo alguien que ni te conoce puede llegar a afirmar que te quiere?. Todo eso me lleno de desconcierto, pero me ayudo a darme cuenta que no todo es tan malo en la vida y que aún hay personas que pueden hacer que tu día cambie. Le agradezco mucho a esa niña que la verdad no sé qué vio en mí que la impulsó a tener ese hermoso detalle que me cambio la vida y le agradezco a Dios porque ahora sé que él nunca me abandona. Desde entonces creo que hacer algo por el otro se contagia. Hoy me contagiaron a mí, ojala tú te contagies también.